El puerto de Chancay en Perú refleja el ascenso de Pekín y el menguante protagonismo de Washington. La estrategia de Xi Jinping de revitalizar la economía china a través de más exportación comienza a impactar a países de la región.
Víctor Salmerón
Puerto de Chancay en Perú / Xinxua
Mediante una videoconferencia desde el palacio presidencial de Lima, el líder chino Xi Jinping inauguró la primera etapa del proyecto que simboliza el ascenso de China y el progresivo eclipse de Estados Unidos como socio comercial de Latinoamérica: el megapuerto de Chancay en Perú.
El enorme complejo de quince muelles y servicios logísticos requiere una inversión de 3 mil 600 millones de dólares y es propiedad de Cosco, la compañía naviera en manos del estado chino y Volcan, una empresa minera peruana que participa como socio minoritario. Cinco bancos chinos aportan el financiamiento.
El puerto será una pieza clave del comercio con América Latina reduciendo desde 45 días hasta 23 días el tiempo en que un barco con productos de Perú o de países como Brasil, Chile, Argentina y Bolivia llega a China. Al mismo tiempo disminuirá costos y será una vía expedita para todo lo que ingrese con la etiqueta made in China.
Los minerales que abundan en la región como cobre, grafito y litio son insumos esenciales para la fabricación de productos de última tecnología como semiconductores y baterías para los autos eléctricos, nichos en los que China quiere posicionarse.
“El puerto de Chancay no solo permite a las empresas chinas consolidar su control sobre la cadena de suministro global de minerales, también permite que estos recursos se envíen a compradores chinos en poco tiempo. Esto ocurre en momentos en que estos minerales se han convertido en insumos críticos para el desarrollo de tecnologías avanzadas”, escribe la especialista en China Lea Thome.
Xi Jinping publicó un artículo en el diario El Peruano donde explicó que “hemos de llevar a buen término la construcción y la operación de este puerto, para que de Chancay a Shanghái sea un verdadero camino de prosperidad en fomento del desarrollo común entre China y el Perú, y entre China y América Latina”.
La presidenta de Perú, Dina Boluarte, aseguró que el megapuerto será un “punto neurálgico” de conexión entre Sudamérica y Asia.
Xi Jinping y la presidenta de Perú Dina Boluarte
Expansión regional
El comercio de China con América Latina creció velozmente en las últimas dos décadas desde 12 mil millones de dólares en 2000 hasta 450 mil millones en 2023 y Xu Wei, ministro consejero del departamento de asuntos latinoamericanos y caribeños, anticipó recientemente que este año superará 500 mil millones de dólares.
Pekín es el principal socio comercial de las grandes economías de la región, exceptuando México y Colombia; ha desembolsado préstamos por el orden de 120 mil millones de dólares y ha concretado inversiones directas por un monto total de 187 mil millones de dólares.
Al comienzo China otorgó préstamos condicionados a la compra de productos chinos. Luego buscó acuerdos para la construcción de obras de infraestructura y transporte que incluyen puertos como el de Chancay, pero se ha sumado lo que Pekín incluye bajo el concepto de “nueva infraestructura”.
Un informe de Diálogo Interamericano señala que en Latinoamérica este término engloba la fabricación de vehículos eléctricos e incluye la elaboración de baterías, automóviles y autobuses, así como manufacturas de alta gama como maquinaria y productos médicos.
Añade a la lista “las tecnologías de la información, las energías renovables (incluida la hidroelectricidad) y la infraestructura urbana (por ejemplo, el ferrocarril y otros medios de transporte urbano y las líneas de transmisión de ultra alta tensión)”.
En el caso de las tecnologías de la información, las condiciones geopolíticas limitan la inversión de China en mercados de países desarrollados; esto ha incrementado el interés de las empresas chinas en América Latina y el sur global.
La estrategia se manifiesta en proyectos como la planta de BYD en Brasil para fabricar automóviles eléctricos y procesar fosfato de hierro y litio; las adquisiciones de Tianqi Lithium en el negocio del litio en Chile o la expansión de Huawei en centros de datos, computación en la nube y tecnología 5G.
El dinamismo de China contrasta con Estados Unidos, que si bien tiene once tratados de libre comercio con países de América Latina no ha mostrado interés alguno en expandirlos. La Alianza de las Américas para la Prosperidad Económica, una iniciativa promocionada por Joe Biden como respuesta a Pekín, no ha tenido mayor impulso.
Planta de BYD en Brasil
Dilema estratégico
El año pasado China se enfrentó a una decisión difícil. La crisis en el mercado inmobiliario golpeó las finanzas de las regiones y desaceleró el crecimiento de la economía. En ese entono, asesores plantearon un cambio de modelo: restar protagonismo a la manufactura e impulsar el consumo interno; pero Xi Jinping tomó otro rumbo.
Básicamente ordenó reimpulsar la manufactura a través de subsidios y créditos bajo la orden de “establezcan lo nuevo antes de romper lo viejo”. Lo nuevo es la apuesta por las áreas en la que China quiere hacerse dominante como los semiconductores y los vehículos eléctricos, y lo viejo es mantener sectores como el acero y otras áreas antiguas a través de más exportación.
Pero esta estrategia está impactando las industrias de países con los que China quiere fomentar una relación sólida, entre ellos México, Brasil y Chile que han comenzado a protegerse aumentando los aranceles a productos chinos, en especial el acero.
En Chile la protección no pudo evitar que la emblemática Compañía de Acero del Pacífico suspendiera las operaciones de la Siderúrgica Huachipato, alegando el ingreso de acero de China con precios de hasta 40% más bajos que los del mercado.
El acero de China inunda el mercado
Esto pone de relieve lo que James Crabtree denomina “un importante dilema estratégico para China, ya que las políticas diseñadas para restaurar su economía interna amenazan con socavar sus lazos con el sur global”.
El dilema puede tornarse crítico si el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cumple con el plan de colocar un arancel de 60% a los productos provenientes de China.
Preocupación en Washington
La expansión de China es seguida de cerca por Estados Unidos. En marzo de 2022 el senador Marco Rubio, propuesto por Donald Trump como secretario de estado, afirmó que “no podemos permitir que el Partido Comunista Chino expanda su influencia y absorba a América Latina y el Caribe en su bloque político-económico privado”.
El tema militar también está presente. Laura Richardson, hasta hace poco comandante del Comando Sur del ejército de Estados Unidos, afirmó en entrevista concedida al Financial Times que el puerto de Chancay, por ser de aguas profundas, podría ser utilizado por el ejército chino.
“Si nos fijamos en todos los países que tienen estos proyectos, resulta que están situados en lugares estratégicos o en vías marítimas de comunicación para el comercio mundial”, dijo Richardson y añadió que "hay que preguntarse: ¿por qué toda esta inversión en este tipo de cosas?”.
Carlos Piña, politólogo experto en las relaciones de China con América Latina, recuerda que en 2017 durante su primer mandato Donald Trump planteó la relación con Pekín en términos de una “competencia entre grandes potencias”.
En este escenario “la estrategia de China es fortalecer su posición en la periferia para alcanzar sus objetivos nacionales de desarrollo. Esto no solo se manifiesta en América Latina, también lo vemos en África, Asia Central, Sudeste asiático, porque de esta forma obtiene un mayor potencial de poder a nivel internacional”, agrega.
Entre las consecuencias que está teniendo esta estrategia destaca que en Centroamérica “el objetivo de China ha sido avanzar hacia la firma de tratados de libre comercio con países como Costa Rica y Nicaragua, pero en todos los casos, independientemente de haber firmado un tratado o no, la relación comercial ha sido tremendamente desfavorable para la región”, dice Carlos Piña.
“La mayoría de los países centroamericanos no han podido escapar de las dinámicas monoproductoras mientras que China no solo ha incrementado sus exportaciones, también ha logrado una balanza comercial exageradamente favorable”, explica Carlos Piña.
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