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¿Qué implica el poco uso de la capacidad instalada en la industria?

La baja productividad impacta al sector. La reducción de la economía dejó a las empresas con plantas sobredimensionadas. Entre 2013-2023 el número de establecimientos industriales disminuyó 68%.


Víctor Salmerón


Gerentesis industria capacidad ociosa

Pixabay


Tras los años bárbaros en que se redujo a la cuarta parte, la economía venezolana tocó fondo e inició un lento ascenso que está lejos de ser el inicio de una recuperación robusta. Entre las señales que evidencian lo endeble del crecimiento destaca el poco uso de la capacidad instalada en la industria privada.


Entre el cuarto trimestre de 2022 y el segundo trimestre de este año los datos de Conindustria, el gremio que agrupa a la manufactura, precisan que en promedio, tras caer y aumentar pausadamente, el uso de la capacidad instalada no superó 39,9%, mientras que en Brasil, por ejemplo es 79% y en Colombia 73%.


El escaso empleo de las máquinas y equipos que tiene la industria en sectores como químicos, metales, plásticos, bebidas, alimentos o textiles implica que se produce poco en relación a los recursos y por tanto hay un impacto negativo en la productividad, la competitividad y la posibilidad de aumentar los salarios.


Economistas como el premio Nóbel Paul Krugman afirman que “la capacidad de un país para mejorar su nivel de vida a lo largo del tiempo depende casi por entero de su capacidad para aumentar su producción por trabajador”.


La productividad asocia la producción con los recursos. Aumentos de la productividad implican producir más con la misma cantidad de recursos o lo mismo con menos. Cuando esto ocurre se gana competitividad para exportar, fortaleza para competir con las importaciones, mejores salarios y crecimiento a largo plazo.


Conindustria


Costos fijos

La limitada utilización de la capacidad instalada evidencia que la producción, aunque ha aumentado respecto a los años críticos de la recesión 2014-2021, sigue siendo exigua, algo que tiene consecuencias.


Cuando las empresas utilizan una proporción adecuada de la capacidad instalada producen más y sus costos fijos, como alquileres, mantenimiento de la maquinaria y gerencia se diluyen entre un mayor número de productos.


Daniel Cadenas, director de Oikos Research, explica que “así produzcas una o cien unidades los costos fijos no varían; entonces si produces más los costos se diluyen entre más unidades producidas y puedes ofrecer un menor precio manteniendo el margen de ganancia, te haces más competitivo en el mercado local e internacional”.


Otro elemento a considerar es que los ingresos que pueden ser distribuidos a través de las remuneraciones están relacionados con la producción, y como las empresas siguen vendiendo poco los salarios y bonos que reciben los trabajadores, aunque se han elevado en el último año, siguen siendo de los más bajos en la región.


En promedio al cierre del segundo semestre el personal obrero en la industria tenía una remuneración total, incluyendo salarios y bonos, equivalente a 211 dólares mientras que la canasta para alimentar a una familia de cuatro miembros se ubica en 550 dólares y al agregar otras necesidades como educación y servicios aumenta hasta 1.200 dólares.


La eficiencia

Empresarios explican que el entorno es hostil. Tras el empobrecimiento de la población y la emigración de siete millones de venezolanos, la demanda se redujo y la excesiva carga de impuestos, la falta de financiamiento, la sobrevaluación de la moneda y las exenciones arancelarias los pone en desventaja frente a los productos importados.


Si bien el entorno es adverso, está claro que el camino para las empresas venezolanas es centrarse en lo que pueden controlar y diseñar una estrategia que les permita ganar competitividad.


Daniel Cadenas indica que las empresas trabajan poco en reducir fallas que no agregan valor y añaden costos. Desde este punto de vista es vital eliminar tiempos muertos por falta de sincronización, falta de materiales, líneas mal balanceadas, mala programación, mantenimiento deficiente y cuellos de botella.


“Diversificar tu portafolio de productos es otra opción y aunque no sea del agrado de los empresarios, reducir el tamaño de las plantas. Empresas que fueron diseñadas para una economía de 350 mil millones de dólares ahora operan con la misma capacidad instalada en una economía de solo 70 mil millones”, dice Daniel Cadenas.


Agrega que “se conoce de casos de otrora enormes empresas, las cuales solo tienen operando dos de sus cuatro plantas”.


No es un proceso fácil. La visión del gobierno venezolano es que buena parte de esas plantas se construyeron con créditos blandos y petrodólares baratos por lo que no hay facilidades para vender equipos al exterior; además, el tiempo ha pasado y en una porción importante se trata de tecnología atrasada.


A pesar de que el número de establecimientos industriales se ha reducido de manera dramática, los jugadores que continúan en el terreno siguen estando sobredimensionados y en promedio utilizan poco de la capacidad instalada.


De acuerdo con Conindustria entre 2013-2023 el número de establecimientos industriales en el país se redujo 68% desde 6 mil 448 hasta 2 mil 072.


Conindustria


Teoría de la complejidad

Ante la caída de la demanda nacional, las empresas podrían exportar para aumentar sus ventas, obtener ingresos en divisas y generar empleo de calidad que absorba parte de la masa de trabajadores que permanece en la informalidad o en sectores de poco valor agregado como el comercio.


El gobierno oculta las cifras de la balanza de pagos y no hay precisión sobre el monto de las exportaciones no petroleras, pero consultoras estiman que este año tendrán un valor en torno a 3 mil 500 millones de dólares, concentradas en productos como camarones, cangrejo azul y ron.


De acuerdo con la teoría de la complejidad económica, desarrollada por Ricardo Hausmann, director del Laboratorio de Crecimiento de la Universidad de Harvard, el componente esencial de la producción es el conocimiento tácito o know how, que a diferencia de las máquinas o los manuales, no se adquiere fácilmente porque se basa en la práctica y la experiencia de equipos que combinan distintas capacidades.


El juego del Scrabble es útil para explicar el proceso. Para armar palabras largas, que en este caso son los productos más complejos, se necesitan muchas letras o conocimientos, mientras que las palabras cortas o productos simples requieren pocas letras de uso común.


Una forma de medir la complejidad es si las exportaciones de un país son poco comunes: muchos países pueden exportar camisetas pero pocos exportan semiconductores o las piezas que requiere un Airbus.


La división del mundo indica que los países ricos elaboran productos complejos o siguiendo con el Scrabble, palabras largas que pocos producen y los países pobres, al contrario, elaboran productos simples que muchos pueden hacer.


Venezuela se ubica en el puesto 123 del ranking de complejidad porque mayoritariamente exporta productos simples y al contrastar con 1998, el año previo a que el chavismo alcanzara el poder, hace menos palabras y palabras más cortas. A dólares de hoy las exportaciones no petroleras de 1998 duplican a las de este año.


El gobierno aprobó recientemente una Ley de Fomento a las Exportaciones que principalmente contempla simplificación de trámites y estímulos tributarios y financieros. Si bien se trata de medidas útiles, están muy lejos de conformar una política industrial capaz de mejorar la cesta de exportación.


Química y petroquímica

Un sector que ha perdido complejidad es el químico y petroquímico pero sigue teniendo un gran potencial. Guillermo Wallis, presidente de Asoquim, el gremio que agrupa a las empresas del área indica que “los productos petroquímicos intermedios pueden agregar de diez a quince veces más valor que el generado por una industria petrolera extractiva”.


¿Qué hace falta para iniciar una recuperación con visión de mediano y largo plazo? Guillermo Wallis considera que es imprescindible promover la inversión privada nacional e internacional y para ello se requiere, entre otras cosas, reformar la ley actual que obliga a que el Estado tenga una participación accionaria mínima de 50% en las empresas mixtas.


“La inversión privada sólo tendrá lugar si el contexto para invertir es favorable, con reglas claras y estables”, añade.


Aborda otro aspecto y destaca que “la transición energética, y en particular la descarbonización de la economía y de la propia industria química y petroquímica, lucen irreversibles y por ello debemos comenzar a diseñar políticas públicas en Venezuela que estén orientadas en este sentido”.


“Necesitamos restablecer las cadenas de suministro de la cadena productiva del sector petróleo-petroquímico-químico”, dice Guillermo Wallis y explica que para avanzar en este sentido es necesario “desarrollar la base de recursos de hidrocarburos, con el fin de poder ofertar condiciones de suministro competitivo y confiable de acceso a las materias primas claves como: gas natural, líquidos del gas natural y corrientes intermedias de refinación”.


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